viernes, 15 de octubre de 2010

Who is Johnny Barrios? o ¿Quién es Johnny Barrios?







Usted, señor lector ¿Conoce a algún Johnny Barrios? Conozco a varios. Johnny Barrios representa hoy, la figura del casanova, del hombre con doble vida, del amante insaciable o de quien se repite el almuerzo en la casa y en el restorán de la feria. Como escribió un diario, la historia atrapa al mundo. Tal vez si los diarios extranjeros averiguaran más la realidad chilena encontrarían a muchos Johnny Barrios. Aquí los hay desde el Johnny Barrios que maneja un BMW hasta el Johnny Barrios que pernocta en el Hogar de Cristo. Hay Johnny Barrios vagabundos y Johnny Barrios médicos o ministros o diputados. Hasta el presidente puede ser un Johnny Basrrios encubierto ¿Quién sabe?
Demasiadas mujeres hay en Chile. Las de 40 años y separadas son más vulnerables. Las de 50, peor. La calentura es proporcional con los años: sube. Johnny Barrios, the real, ni siquiera necesita Viagra. Sabe atenderlas. Sabe esperarlas. Sabe dedicarle tiempo a los cueros. Sabe donde meter la lengua. Sabe de culos amargos y dulces. Sabe de callos. Sabe de mujeres.

Johnny no tiene escrúpulos de chupar juanetes.
No hay que ser bello para jugar doble. No. Se necesita un buen oído para escucharlas, unas manos ásperas y raspantes, de minero, para acariciarlas y sacarles suspiros y una herramienta aguantadora, más que una muy grande. Y verás como los ojitos de ellas se pondrán chinitos de placer y su boquita emitirá esos flatitos que endurecen la verga. Ni hablar de la leche cortada escurriendo por el cuello.
Johnny Barrios, buen nombre para un actor porno latino, después del rescate de los 33 se transformó en una máquina perforadora. Bien por él.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

¡Conchitumariii, conchitumariii! (por el Canciller de Iquique)


La borrachera me despertó el apetito sexual y recurrí al periódico que informa, educa y entretiene. Páginas económicas nominación 1126: Putas o damas de compañía.
Estaba ultra caliente ese día y sólo quería darle por el chiquiturri a una hembra de esas. En mi mente me imaginaba ensartado con una negra de culo duro y firme o quizás, con alguna rubia de tetas crecidas y vagina tentadora.
Tras muchos llamados -luego de haber gastado como 3 lucas de la tarjeta telefónica recién adquirida para la ocasión- quedé de acuerdo con dos conejitas que prometían brindar el mejor de los placeres carnales que he conocido en mis "cuarenta y tantos" años de vida: el sexo anal.
La primera era una mujer de tes blanca que aseguraba ser de Punta Arenas. Buen forro, exageradas caredas, pero no muy convincente de cara y las 25 lucas que cobraba hizo remecer mi alicaída billetera. Su poco decorado departamento vio mi rostro por última vez cerca de las 13 horas, ya que tentado por un contacto realizado anteriormente, me dirigí a Latorre con Ramírez, por donde están los chumbeques KO. En una casa con un segundo piso toqué el timbre como 3 veces, sin respuesta alguna.
Cuando ya me largaba, frustrado, caliente y decidido a caer en las redes de alguna callejera chica fácil, justo... cuando daba la media vuelta, entre una puerta que se dejaba abrir a medias apareció una mulata extraordinaria, que envuelta en un ajustado vestido amarillo, sin sostenes, un colalé púrpura que a leguas animaba a descubrirlo, me detuve.
nos saludamos... le dije ya me estaba yendo, la contemplé sigilosamente y argumenté...me tenís con la media vena-
La morochona sonrió y dejó a entrever una amplia y reluciente dentadura, que en realidad, era lo más feo de su negra humanidad.
-Es que no escuchaba- replicó la diva, tomándome de la mano y señalándome una escalera con el fin de que la acompañara al segundo piso, lugar en el cual mantenía su "nidito de amor".Sin emitir una sílaba más la tomé por detrás y le propines unas suavesitas estokadas por entre su nalgas prominetes,-Tranquilo papito, si ya estas acá- me dijo la mulata con una cara de caliente que más y más hizo erguir mi abasallador miembrorápidamente, le pedí que se sacara el vestido para contemplarla tal cual Dios la trajo al mundo. La negra estaba hermosa, con un culo soñado y unas ricas tetas, de un tamaño apetitoso, justo para mi juguetona lengua.
Estuve por más de 10 minutos puro punteándomela y acariciándola, hasta que me acosté en la cama, ella tomó mi berga comenzandola a lamer. Con voz de caribeña, comenzó a invitarme a gozar más y más (todo esto no a fierro pelado), mientras yo le seguía acariciando sus tetas. Estaba tan caliente que la di media vuelta y comencé a extraer su néctar, que, graciosamente, tenía un maravilloso aroma.
Tras un buen rato y con ella entrada en mi mismo juego de placer desenfrenado, se me sube encima y empieza a moverse como la mejor perra callejera. -Sigue papito, estas rico- me repitió por montones, mientras yo intentaba e intentaba meterle el dedo por el culo, siempre con un NO por respuesta, aduciendo que "ya te tocará por ahí papá".
Particularmente me gusta hacerlo a lo perro, y eso se lo hice saber a esta negra que, realmente, no recuerdo su nombre. Un culo de gran dimensión tomó forma cuando ella se colocó al "dog style". Primero fue su zorrita la que penetré, pero luego le cobré su palabra..."ahora me toca por tu culito", le dije, recibiendo un sí por respuesta pero con la condición de colocarme doble condón. Cuando se lo metí,la mujer gemía más y más, lo que me exitaba aún más. Estuve cerca de 20 minutos dándole por el chico...sin duda un placer de dioses. Finalmente, mientras acababa lanzó un par de gritos como de rata en celo, estrechando mis oidos con un "conchitumariiii conchitumaiii", ya más relajados nos fuimos a duchar...ahí me lo chupo sin protección cuando estabamos en la ducha. Eso sí, no me dejó acabar en su negra cara

sábado, 25 de septiembre de 2010

After Shave



La he convencido de que sigamos. Se hace rogar más de la cuenta. La comprendo. La califica como otra de mis costumbres extrañas, además que hay cierto desgaste propio de una relación que va hacia el año. Por esto me limitó dos veces a la semana, quizás después sea una vez. Es un placer más bien mío quizás sea otra razón para poner freno. Todo se redondea en un favor muy especial. También puede entenderse como un acto de amor. Un gran acto de amor. No sé cuando terminará lo nuestro. Por mi que fuera toda la vida. Entiendo que por edad tengo los días contados. Tenemos 20 años y un poco más de diferencia. No salimos mucho a la calle. Me ha dicho que teme que nos vean. La entiendo. Siempre la he entendido y complacido.
Después que la conocí en una taberna, asumí que fuese como fuese debía estar con ella. El proceso fue lento. Demoré alrededor de dos años. Mis consejos de qué debía hacer una vez que saliera de la universidad, derivaron con el tiempo en caricias. Cuando me habló de sus problemas familiares –la había marcado la reciente separación de sus padres por una infidelidad de su madre, y en consecuencia, ella estaba viviendo con su padre- entendí que podía ir más allá. Según mi experiencia entendí que si ella me entregó un tema personal tan complejo, extendió -quizás involuntariamente- nuestra relación. A través de esa puerta abierta, yo podría preguntarle siempre: cómo estaba, cómo se sentía, si estaba triste, si necesitan desahogarse. Y así lo hice. Ganó en confianza hacia mi, y de paso también me transformé, de a poco eso sí, en una suerte de catador de sus parejas ocasionales. Le recomendé algunos. En un momento anduvo con tres tipos a la vez. Me dolió que fuera de esa manera, pero son cosas de su edad. Ella andaba buscando sin encontrar. Lo bueno que le gustaban los chicos medios bohemios, tatuados, que buscaban relaciones ocasionales. Algunos eran poetas y otros modelos. Chicos gárgolas.
Camila era de esas chicas delgadas, de dedos y nariz larga, algo pecosa, de un metro 70 y de ojos claros, verdes intensos, y pelo oscuro. Se vestía como una chica punk –ahora ha cambiado pues le he comprado ropa de mejor calidad- y mantiene unos tatuajes en zonas específicas de su cuerpo. El que le queda mejor, sin duda, es el de unos murciélagos dibujados al costado de sus senos.
Es preciosa. Una muñeca. Lo que siempre quise. Su olor es exquisito. La prefiero sudada después del gimnasio. Me encanta que mis manos se resbalen por su cuerpo húmedo. Yo vengo de una separación de la que ni siquiera vale la pena hablar.
Reconozco que la idea fue desde el primer momento que la vi. Había cumplido casi todo en el sexo, menos la lluvia dorada.
Un tiempo me hice adicto a la pornografía con lluvia dorada. Me excita que una mujer hermosa te orine. Mientras más joven, mejor. Una chica de 18 años como límite. No hay nada más exquisito que sentir el flujo caliente caer sobre tu cuerpo desde una vulva rosada, después uno queda en blanco como un orgasmo y dan más energías para seguir. Es exquisito hacerlo con la mujer que tú deseas y amas. A Camila le pareció la rara la posibilidad pero entre medio del sexo -ya sé ponerla caliente a diferencia de esos pendejos gárgolas porque le dedico tiempo a todos sus recovecos- aceptó.
Pusimos un nylon que teníamos para la lluvia, sobre el suelo. Y lo hizo. Fue el mejor orgasmo que he tenido en mi vida, pero vino lo mejor. Repitió la lluvia con mi pene metido en su ano. Fue espectacular.
Como puede suponer, me hice adicto.
En el sexo siempre hay una evolución y esto derivó cosas que se pueden considerar como bizarras, pero lo insisto, el amor siempre cubre las marcas.
No había nada más hermosa que bañarse con ella, y jabonarla. Todas las mañanas lo hacía. Yo me iba al trabajo y ella, a la universidad. Un día, en la ducha, después de afeitarme le comencé a chupar su conchita, y ella, para complacerme, sólo para complacerme, soltó el orín. Exquisito como siempre, pero esta vez la cara me ardió. Como que la piel se contrajo. No sé, pero el resultado fue algo nuevo por descubrir. De ahí en adelante comencé con otra adicción. Puede concluir que soy poliadicto al sexo, pero en realidad el cuerpo entrega demasiadas posibilidades para experimentar.
Día por medio, después de afeitarme me tiraba su orín directo a mi rostro. No soy dermatólogo, pero sentí que la piel me mejoró. En el fondo Camila me ha rejuvenecido. También me hago mis arreglos. Me tiño el pelo y esas cosas.
Me iba al trabajo pasado a su olor. Hueles bien, me decían mis compañeros. Sentía su orín todo el día. Era el mejor perfume, hasta que ella comenzó a racionarme. Creo que le contó lo nuestro a alguna de sus amigas punk. Sus amigas me odian. Le dije, en todo caso, que podría darles algunos regalos a sus amigas como perfumes y joyas Swatch para que me dejen de odiar. La propuesta está lanzada.

sábado, 31 de julio de 2010

el mejor anal de 2010

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sábado, 24 de julio de 2010

Sexo con el diablo


Grosor festivo, mundano y fritangoso. Grosor de pueblo encerrado, sobrepoblado y mosqueado. Grosor nauseabundo. No era música, sino ruido. Ruido insoportable. Ruido de matralleta. Machaqueo monótono. Lo otro era el tufo a sobaco y aromas de carnes apretujadas y friccionadas. El frío era el corolario. El sol era un decorado. Fui a la fiesta religiosa de La Tirana, porque me pagarían 50 mil pesos por cada foto que publicara la revista. Es un magazine snob de esos con moda y gastronomía de Gastón Acurio. Con tres fotos publicadas eran 150 mil pesos, cantidad suficiente para recuperar lo invertido en el viaje de Santiago a Iquique. Lo ideal es que me publicaran 10 fotos. Por ese tuve que mamarme toda esa porquería claustrofóbica y colorinche, pero con final feliz por suerte y me arrepiento de nada.
Iba prejuiciada. Los dos viajes anteriores no fueron gratos. Fueron a finales de los años 90, cuando yo empezaba en la fotografía. Esa vez me jodí de frío y para colmo me robaron, además de toquetearme varias veces en el apretujamiento. En esos años hacía calor en el día, por eso andaba con una camiseta. Mala idea lo de la camiseta. Me pellizcaron mis pechugas de limón no se cuantas veces. Dije que no iba a volver, pero la oferta fue generosa y creo que esta vez no la pasé del todo mal, insisto, nunca pensé que podía aguantar un pene tan hermoso, tan digamos, grande y profundo en mis comisuras húmedas. Me pongo nerviosa cuando pienso en esa cosa. Usted puede imaginar mi sonrisa. La pasé bien. Tengo un dossier de fotos íntimas. Fotos que valen mucho para mí, y para él. Las fotos de un diablo tiraneño follando.

Fue amable. De ahí partió todo. Dejó de bailar para recorgerme un bolsito. Tirité completa cuando me lo pasó. Sólo vi la máscara y unos ojos hermosos detrás. Ojos ovalados y de color verde. Sus manos eran grandes, fuertes y morenas. Su piel era morena según comprobé unas horas más tarde y sabía a polvora. Lo lamí completo hasta su tobillos duros, y él hizo lo mismo. Lo nuestro parecía un verano en medio del frío, del peor invierno que tuvo La Tirana. Tuvimos dos días en lo mismo. Después lo acompañé a pedirle perdón a la chinita, la Virgen de los favores, por no haberle cumplido plenamente la manda. Culpa mía.

Después que me pasó el bolso, me quedé unos minutos observándolo, prendida, y seguí buscando otra diablada en la explanada del santuario. Eran más de las 18 horas y decidí beber un café. Cuando iba hacia un local medio asumagado, sentí su brazo sobre mi hombro. Me dijo, sin sacarse la máscara, que podríamos hacer buenas fotos juntos. Luego se presentó. Lorenzo Alvarez Titichoca. Repito ese nombre 10 veces como oración a la virgen. Estuve con el una semana en Iquique, enamorada. Conocí a toda su familia, todos de la Diablada Hijos de María, en una calle con puras casas viejas y de madera. Nunca me gustó tanto La Tirana.

Estuvimos dos horas haciendo fotos en el pueblo. Le hice muchas a él, y también me contactó bandas de bronces. La sombras de las bandas de bronces en las paredes de calamina de las casas se ven espectaculares. Le dije que no se sacara la máscara y que mantuviera el misterio hasta al final. Entendió el mensaje y sin que yo me diera cuenta, arrendó una habitación a varias cuadras del santuario, por un sector que no conocía. No era la mejor habitación del mundo y en otra ocasión ni por un millón me hubiera metido en esas sábanas sebosas, pero en ese momento estaba extasiada. Le desnudé el torso y besé esa carne dura y morena. Le mordí sus pechos. Parecía de 20 años. Sentí que le gustaban mis mordeduras. Lo tomé de la cintura y le lamí el vientre y el ombligo. No aguantó. El se bajó los pantalones y me puso su pene en mi boca. Sabía a pimienta y humedad. Todo era perfecto en ese instante. Lo chupé con fuerza desde el tallo hasta la punta, hasta que sentí la lava rebalsando por mis labios. Rió tímidamente. Le acaricié su cuerpo y esperé un para de minutos para que por fin el diablo me penetrara.

jueves, 8 de julio de 2010

La bolsa


En dos semanas llené parte de la bolsa. Era una bolsa de plástico o nylon normal. Allí venía una camisa.
Fue lo primero que encontré. Después que la ocupé por segunda vez, elaboré el posible plan. Una bombita de semén. Bajo mi balcón, piso 15 de un edificio, está el patio de un instituto. Antes había comprado unos binoculares. Las chicas de Relaciones Públicas eran exquisitas. Seguí a tres por lo binoculares. Me topé con dos en el negocio de abajo. Le compré un cigarro a una. No quiso fumar conmigo, pero me dejó una sonrisa que me abrió la imaginación.
La tercera bombeada en la bolsa fue para ella. Se llama Karina, según el tipo del negocio. También me dijo que le calentaba y que esperara octubre, cuando venía con falditas. Por ser rica, algunas veces él le regalaba cigarros.
La cuarta también para ella. Después puse la bolsa en el refrigerador, para conservar mi herencia.
La segunda se llama Irma, es más baja que Karina, pero más tetona. Es rica. Su cara hace todo. Tiene un rostro que genera la necesidad de lamerla. Me la comería entera. Su ano, su clítoris y sus jugos vaginales. Sus pliegues en la guatita. Rica. La quinta y la sexta fueron para ella.
A la tercera no le conozco el nombre, ni tampoco va a comprar demasiado. Solo la sigo por binocular. Ella ha sido la única que notó que la observaban. Se asustó cuando me sorprendió. La entiendo, estaba con medio pene afuera del balcón. Pensé que llamarían a la policía y me acusarían de sátiro o algo así. No lo hizo. Al parecer le gustó mi pene.
Después de pensar en la sensación de que ella me comiera el semén, hice la séptima y octava, además de dos yapa por una porno de Alexis Amore.
Mezcle el semen con agua y lancé la bolsa sobre Karina, que en ese momento salía de la sala.
Detrás de la pared sólo sentí el grito. Después nada. Pensé en su cara de felicidad. La próxima semana será el tuno de Irma y así sucesivamente.

miércoles, 7 de abril de 2010

La OEA (Remasterizada)


La vieja residencial de J.J. Pérez al llegar a Vivar pasó a ser la sede de la Organización de Estados Americanos, OEA. No es Washington, es Iquique.
Entonces mi amigo, el viejo Sergio, es Insulza, el secretario general de la OEA y yo soy el ministro de Relaciones Exteriores de cualquier país, menos Chile. Sería muy largo decir porque no me gusta Chile, pero aquí va una razón. Razón 1: Nada es como es, para todas las guevaás hay un lado B. Cínicos reculiaos.
Hechas las aclaraciones, prosigo con el cuento.
Llegamos a la 1.30 horas después de beber varios shop en el Papa Gallo. Sobre la puerta, como debe ser, sobresalía el típico ojo tipo cibercafé. Nos pusimos serios y sacamos pechos, onda llegaron los dueños del país.
A Insulza le abren la puerta en todos lados. Por su profesión es conocido en Iquique. Escribe para el diario y sale en la tele. Yo andaba gastándome en putas el bono de la minera y también matando mi separación. Verano.
Pasen, adelante caballeros, nos dijo una peruana, bajita -no pasaba el metro 60- que vestía una blusa roja y hablaba remarcando las sílabas y algún seseo. Esperen caballeros.
No se aceptan ebrios ni drogadictos, decía un letrero, ubicado sobre la cabeza de la peruana. Aquí drogadicto significa ir demasiado jalado, supongo, yo andaba al filo aunque igual podía bombear sangre hasta el escroto.

¿Qué buscan caballeros? (olvídate de esa pregunta peruana aunque se justifica por cortesía).
Eso –dijo Insulza-
Entonces el servicio completo cuesta 32 mil pesos.
Caro.
Vean las chicas primero y deciden.
Pasamos a un cuarto pequeño a un costado de la puerta. Había un escenario y el típico caño.
Nos sentimos como dos compradores de esclavas.
Miss Colombia puso cara de asustada. Era afro, senos grandes y caderas anchas, tal vez demasiado. Había que poseer una buena herramienta para ese culo que se desparramaba. Muy grande además, como metro 80. Chao.
Miss Perú parecía alegre. Ella era morena, pero de la sierra, senos grandes –no tan esparcidos como los de la Colombiana- y buen culo. Conclusión: quería trabajar. Estaba justa, apretadita, además parecía de 20 años. Uno valora con los años las cosas apretadas.
Paraguay aportaba con dos candidatas. La primera era delgada casi al grado de la anorexia, ojos desorbitados, senos pequeños y duros, culo parado y piernas delgadas. Pasaba el metro 60 y tenía el pelo castaño. Se llamaba Patty y me puso una terrible cara de caliente.
La otra paraguaya, tenía un corte tipo "Martica" y vestía con un traje rojo ceñido, piernas largas, senos pequeños y duros y facciones finas aunque tenía cara de obligada. A mi gusto era la más rica de todas. Esa, dije.
Miss Chile pasó desapercibida.

64 lucas por las dos chicas, todo incluido, más dos tragos.
Muy caro.
54 lucas por lo mismo. 52, 50 y listo.
El remate nos entregó a Miss Perú para Insulza y para mi la paraguaya con cara de obligada. No me gustó la cara de obligado. Cambio en el equipo, salió la Cardozo y entró la Cabañas.
Patty se llamaba la Cabañas y de todos modos un hallazgo. Todavía conservo su número de celular.

Sigo. Me recibió con un beso en la boca (raro, las putas no dan besos). Risueña. Estaba algo borracha. Pedí dos preservativos -cada uno mil 500 pesos-. Ponte cómodo, dijo. Yo soy Patty, de Asunción, y nos vamos tomando un ron con sabor a caramelo -ron chileno Mitjans, terrible de malo-. Te gusta la alita de mosca, le dije. Claro, y vamos con alita de mosca. Habla despacito –me dijo- que las paredes tienen oídos, y la dueña me puede echar.


-¿Desde cuándo estás acá?
-Hace un año, me vine con mi hermana y me quedé.
-¿Siempre igual, trabajando de prostituta?
-Siempre.
-¿Qué edad tienes?
-23
-¿Cómo era tu vida en Paraguay?
-Tengo tres hijos, me casé muy joven. Tú sabes que en Paraguay los hombres son flojos. El mío no trabajaba y me pegaba. Yo trabajé como sirvienta de una casa de ricos, hasta que me salió el viaje a Chile.
-¿Cuánto ganabas allá?
-Algo así como 30 lucas chilenas al mes. Allá el sueldo mínimo son 30 lucas chilenas.
-Una cagada de plata y ¿Cuántos ganas acá?
-A veces, cuándo me va bien, mando 120 lucas a la semana. Tengo buenos clientes.
-¿Y cómo estás ahora, andas mal de plata?
-Más o menos, tengo que hacerme joder trabajando, porque tengo que hacer unos papeles para trabajar en Chile, igual he tenido otros problemas.
-¿Problemas con la alita de mosca?
-Eso. Dame más.
-¿Te gusta trabajar de prostituta?
No. Espero seguir un tiempo. Espero que alguien me saque. He tenido una vida de mucho sufrimiento. Quiero conocer el amor verdadero, el bueno, y dejar todo por alguien.
-¿Cómo lo haces con el Sida, se controlan siempre?
-Nos estamos y están controlando. Siempre condón. Igual tomo otras pastillas para prevenir otras enfermedades y también me echo crema para el olor vaginal. A los hombres no les gusta que uno ande hedionda. Yo estoy sanita. ¿Me invitas mañana, a salir, no sé, podríamos ir a la playa o a tomar un shop al Barril del Fraile?
-Dame tu celular- le dije.



Sábado, después de las 23 horas.
Había perdido seis lucas en menos de tres minutos en los tragamonedas del Casino de Juegos de Iquique. En cambio, algunas viejas zorras ludópatas no paraban de ganar monedas. Llevaba mi segunda ron cola. Cerca mío, en la barra, estaba bebiendo un gordo con síndrome de down que alguna vez tuvo su minuto de fama en alguna teleserie ¿Tú eres el de la tele? Si, estoy de vacaciones en Iquique, me dijo escueto, con voz de estrella de la tele.
Imaginé al gordito down tirándose a Patty. Marqué el número. Patty me preguntó quien era. Podría haberle dicho: el que te lo puso anoche y te gustó tanto o el simple: no te acordai quien soy yo. Pero preferí ¿Te acuerdas de la alita de moscas?

Después de la 1.30 estaré en la Sala Murano, dijo.
Bebo, pierdo plata en los tragamonedas y regreso al baño.
Trepo por una callejuela con dirección a Sala Murano. Puros gueones chupando en la callejuela afuera de sus autos. Cinco lucas por la entrada.
Diviso a Patty bailando con un gordo, moreno, de cara ovalada y algo joven, por lo menos más joven que yo. Pienso que es su cafiche. Ella no me ve.
Pido energética con vodka y me siento a un costado del bar. Harta minita rica y mucho gueón borracho. Envío un mensaje por el celular a Patty. Contesta: Estoy con un amigo, espérame. Vamos a mi casa.
Toda espera tiene su recompensa, claro. Otro mensaje: juntemos en la puerta del baño de mujeres.
Me pregunta si traje alita de mosca. Para después, le digo. Espérame, me dice. Justo aparece el gueón, su amigo, y me da la mano en señal de amistad. A lo mejor quiere un simple "sándwich", con Patty al medio. Chao nomás.
Afuera de la Sala Murano, llamo al número que me dio Insulza. Dijo que eran buenas e iban a todas.
Amatista se llama la agencia. En la Shell de Playa Brava, en medio hora, y no te arrepentirás. Parto mierda. En la Shell me trago un completo. Estaba listo para ponerlo. Duro.
La puta llama y me dice que está en un Terrano 4x4. Miro. Había como cuatro Terranos en la Shell. Un flaco culiao con hartos collares de oro me da la señal: una mueca culiá. La mina que estaba en el asiento de copiloto, que era la cabrona de la agencia, me dice que son 20 lucas. Esa es la niña, agregó ella. Veamos. La mujer era algo robusta, de pechos grandes, pelo largo y negro, y tenía cara de haber sido recién culiada. No.
Pido a un taxi y regreso a la OEA. Usted va a ponerlo, me dijo el taxista que andaba medio curado. No sea sapo, le dije.
La peruana me saludó con beso en la mejilla. Era sábado y había harto para ver y elegir. Había una morena con piernas de zulú y el culo como flan de chocolate. Otra Miss Colombia. Rica la negra. La tenía lista, pero apareció la paragua -la compatriota de Patty- con su cuero de modelo y estampa de actriz. Linda desde el rostro hasta los callos, cantaría Arjona. Magaly. 30 lucas la hora, es decir cachita completa y fin.
Yo andaba con la patas hediondas. Zapatillas podridas. Así que una duchita en el jacuzzi. Mijita igual se duchó en el jacuzzi. Un sueño la paragua, un sueño hecho realidad.
Tras su rato de cacha y entretenciones varias, me dijo que se animaba a viajar a Antofagasta. Le habían hablado de la playa Juan López. Pero si voy -me dijo- estoy con usted un tiempo y después lo abondono. Lo mío son los hombres de plata. Viejos con plata. En Antofagasta hacemos negocios, le dije.
3.20 de la madrugada. Patty estaba desesperada mandando mensajes por el celular. Estoy en el Hotel Central, en calle Sargento Aldea, escribió. Igual te voy a buscar dónde estés, propuso Patty.


La habitación de Patty era reducida, con una ventana que colindaba a un híbrido entre patio y bodega. Había un espejo, una radio y un ropero de plástico de esos que venden en la Zofri. En el suelo unos perfumes Zofri convivían con una botella de Corona -de medio litro-, a medio abrir.
Había un leve olor a toallas húmedas, que Patty lo camufló bien con un poco de desodorante ambiental.
Se me pone duro con el olor a lavanda, le dije. Hizo una mueca de risa y me dio un beso corto y sonador. Mijita tengo problemas con las zapatillas: dónde mierda las dejo. El otro día me di cuenta, pero no te preocupes mi amor. Aquí tengo una bolsa de plástico. Será pues. Eché más desodorante.
Son las 5.50 horas. Sargento Aldea con Amunátegui, no es el mejor sector a esa hora. Te cogotean. Patty siguió con su cara de caliente. Ya pues mi amor, saque un poquito, un poquitito.
-Un poquitito por su chiquitito- digo yo.
Tengo sed pero no me voy a tomar esa gueaa que parece meao. No mi amor, pero tú sabes que a este hora no hay ninguna gueaa abierta.
Podría haber un gueón detrás de la puerta, un paraguayo con un palo. Un asalto pasaría piola. Oye loca, y vivís sola acá ¿Con algún amigo? Solita mi amor.
Patty y el paraguayo ese deberían ser cómplices para cagarme y por eso, rechucha, no se me paró la gueaá. Estaba lacia como calcetín. Mucha alita de mosca. Rica la alita de mosca, dijo, mientras mi dedo se metió por su culito flacuchento. Sentí las venas del cuello.
Patty estaba muy flaca, a ratos se le veían las costillas. Sida. Mierda y ya le había chupado la zorra. No, me dice otra vez. No estoy enferma, repite. No tengo Sida. Habrá que confiar en la paragua. Por eso siempre gorrito para el fraile, siempre.
A las 8.30, ella dormía. Parecía un perrita faldera toda enroscada. El paraguayo con el palo nunca apareció.
Chao Patty. Abrí la ventana para matar los olores, revisé mis lucas en la billetera, le saqué cinco lucas a ella y emprendí hacia el mercado a desayunar un ceviche.
Esa noche regresé a la mina.


-Aló-
-Sí, quién habla-
-El de las alitas de mosca ¿Recuerdas?-
-¡Ahí mi amor! ¿Estás en Iquique?

jueves, 21 de enero de 2010

Súmate papá (por el canciller de Iquique)




(foto: Wladimyr Torres)

En el norte los periodistas son muy amigables y buenos para compartir. La historia que les relataré trata de un periodista que al calor de las letras enrolló su vida en una historia con sabor a desgracia. Está escrita en un tono cursi tal vez por la música de Arjona que escuchaban cuando hacían el amor.
Eran ya pasada la media noche y Marcos Cortés se aprestaba a cerrar la edición del día del Mercurio. El título amarillento traería ventas absolutas para la cadena mercurial. Marcos un joven y destacado redactor y mejor periodista llegó desde la zona central, del campo, a desarrollar sus estudios a Antofagasta y decidió establecerse en Calama en donde se le abrió una posibilidad de trabajo.
Cortés no fumaba y no bebía alcohol. Cosa rara. De todas maneras una excepción a la regla de este medio. En resumen un hombre sano, educado y responsable. Tenía la película clara: trabajar, invertir y contraer matrimonio.

Debemos de suponer que cuando uno llega a una zona en donde no conocemos a nadie, comenzamos a relacionarnos primeramente con nuestros compañeros de trabajo y uno de ellos Ricardo le recomendó una pensión. Esta quedaba ubicada en una calle céntrica de Calama.

Así llegó hasta Lincollán 57, morada de una familia compuesta por Beatriz de 19 años recién cumplidos y su madre de 35 años, Carolina Contreras. El padre había encontrado la muerte en un accidente laboral cuando Beatriz aún no cumplía los 16 años.

Carolina una mujer muy atractiva -de caderas firmes, piernas gruesas y pechos generosos- y enamorada de su esposo juró después de su muerte no volver a contraer matrimonio, claro de hacerlo perdería el montepío que no dejaba de ser importante para el sostén de las dos mujeres que la mayor parte del día pasaban descansando para poder salir a divertirse por las noches. Le gustaba ir a bailar a discotecas.

Cortés, en tanto, ya contaba con la confianza de sus jefes y por esto se transformó en el encargado de cerrar la edición del diario.

Así transcurrieron varios meses hasta que Beatriz encantadora, dulce risueña y bella, comenzó a llamar la atención del joven. Para ser sincero, ambos sentían atracción. Por alguna razón, a él le gustaba ducharse después de ella. Le excitaba saber que aquel jabón ella se lo había pasado por su gran culo rosado. Un par de veces cuando Cortés olvidó las llaves para ingresar a casa, ella se ofreció tras una llamada telefónica a esperar su llegada. Fue entonces que en una de esas esperas encontraron una relación que los hizo enamorase.
Beatriz dejó de salir de noche junto a su madre pra quedarse en casa a esperar al joven periodista. De esa manera podían estar tranquilos y tener relaciones sexuales en paz y sin levantar las sospechas de Carolina que se había convertido en una adicta a las shoperías con karaoke. A Beatriz le gustaba hacerlo en la cama matrimonial de su madre en diversas poses. Le gustaba el sexo físico, con fuerza, que él le diera incluso palmadas en las nalgas.

Beatriz de pechos breves pero duros y una cola destacadísima llenó los bajos instintos del periodista. Sin embargo ella no quedaba satisfecha. Quería más. Tal vez otro hombre. Un pico más contundente. El, en tanto, se comenzaba a enamorar de la joven. A todo esto él también mantuvo una relación paralela con Carolina, sin embargo después de dos ocasiones la madre comprendió que el joven no era de tiro largo. Es más, se iba muy rápido y no alcanzaba a satisfacerla. Mejor estaba el minero de la Radomiro Tomic que se tiraba los fines de semana. Ese sí que tenía aguante, le dijo a una amiga. El problema que el minero tenía su polola. Por esto tenía que estar dispuesta cuando éste la llamaba.


En el verano del 2009 Cortés viajó al sur, Caunquenes, por vacaciones a visitar a su madre.

Tras aquel periodo donde Beatriz hizo samba canuta con su cuerpo. Incluso fue desvirgada y por esto se ganó un tatuaje gratis. Suerte de tatuador.

Después de las vacaciones, Cortés empezó a trabajar demasiado. Justo por esos días apareció el mito del Chupacabras en Calama. Llegaba agobiado a la casa y muchas veces ni Beatriz ni Carolina estaban para esperarlo.
Un día decidió regresar temprano a su casa previo trato con sus jefes. El habitualmente salía del trabajo a la medianoche. Quería sorprender a Beatriz, por esto pasó al supermercado y compró un vino blanco de seis lucas, heladito. A las 20.30 horas ya estaba en el frontis de Lincollán 57. Esta vez si había llevado las llaves para el ingreso. Los deseos sexuales lo invadían enormemente. Sentía su pinga latir. Entró casi sin hacer ruido para dar una sorpresa. Primero al living, nada; luego a la cocina, nada e inmediatamente se dirigió al dormitorio de Beatriz que estaba en el primer piso, desde donde emanaba una melodía romántica de Arjona. Lo que viene fue lapidario para la joven pluma del periodismo calameño. Abrió la puerta que estaba sin cerradura y descubrió a su novia con un conocido streapers de color cogiéndola por la cola, al ver la escena, el joven quedó congelado… pero el negro Mafla de más de un metro 80 de humanidad y cuerpo de gimnasio respondió risueño con un gesto en sus ojos y seguidamente con una invitación expresada en dos palabras, “SÚMATE PAPÁ”.
Invitación que desde luego Cortés -con su autoestima reducida a una cucaracha- no pudo aceptar. Sólo atinó a salir corriendo de esa casa para llorar desconsolado en una shoppería junto a un amigo periodista. A los meses dejó la ciudad y país.
Hoy está radicado en España estudiando una maestría en periodismo. Quizás aún recuerde el mal paso que dio en Chile al aplicar la ley de la lagartija.

Como dato, cuando fue a buscar sus cosas después de aquel episodio, la madre y la hija le dijeron que él era sólo un bebé y que si quería quedarse tenía que aguantar porque Calama era así. Al que le guste lo dulce, que aguente lo amargo, remató Carola.