viernes, 17 de julio de 2009

Sexo con queso philadelphia


No soy una gran chef, aunque salvo. Esto de salvar le queda a quien ha degustado de mis bocadillos. Mi especialidad son los canapé tapaditos de camarón y empanaditas cocktail de petit bouche. Ahora estoy intentando con los sushis. Ya te puede dar cuenta que me gustan las cosas pequeñas de sabor concentrado. Aunque, claro, en el día a día como de manera normal, como cualquiera. Tengo varias picadas de comida de casa en Iquique. Todas buenas. También soy de los completos. Por años fui a comer donde la tía Charo, en sexto oriente con Thompson. Los mejor de la tía Charo eran las papas chuño con charqui, o la sazón de las ensaladas. Como harta ensalada por una cuestión estética. Recomiendo la ensalada César del Shopdog, todo un clásico (en Vivar con Sargento Aldea).
La comida china no me gusta mucho, pero la como. A la mayoría de mis clientes le gusta la comida china, en especial ir después de la cachita al chifa de la calle Tarapacá con Amunátegui. No sé que le encuentran a todo eso. Recuerdo una vez que uno me quiso meter un arrollado primavera por la vagina. Era un minero de Collahuasi. Después el tipo se lo comía con unas ganas. Me decía que mi zorra tenía un aroma más suave que el de la salsa de soya. Lo detuve cuando intentó introducirme el arrollado por el culo. No. Demasiado.
Encuentro más sexy que te unten con manjar y te chupen las tetas. Todavía es una fantasía para mí.
La que sí se me cumplió anoche fue la del queso Philadephia, casi la misma textura que el manjar, con mermelada de frutilla. Todo por esto de los sushis.

Una amiga que trabaja en lo mismo que yo (a veces no me gusta decirlo, hay días claro), me dijo que hiciéramos un curso rápido de sushi. Que además de aprender a hacerlos, podíamos comerlos todos los días, pues son sanos y no engordan. El asunto pasa por aprender a enrollarlos y todo eso. Fuimos.
No me pareció raro el lugar. Estoy acostumbrada a ir a diversos lugares. A veces las apariencias engañan. Subimos por el ascensor, tocamos el timbre y nos abrió la puerta el Marcos, un antiguo cliente. Obvio: efusivos saludos y abrazos. Con los años está mejor, algo canoso y más delgado. Había dejado de tomar, me dijo después y estaba dedicado a su negocio de sushis. Tiene varios restoranes en Playa Brava.
Después de la clase nos ofreció un ron cubano añejado que había comprado en la zofri. Exquisito. Seguimos. Dijo que haría una excepción esta vez con sus alumnas favoritas y se lanzaría. Nunca le creí aquello de que no seguía tomando. Bajamos la botella de ron y mi amiga se fue. Le dije que lo podía acompañar en unos minutos más. Sabía lo que venía. Me gusta él. Y me gusta además que le esté yendo la raja. La clase gratis, obvio, y la cacha no tanto. Trabajo, tabajo y trabajo.
Nunca antes le había dado importancia al Philadelphia, pero me gustó su textura. Me puso mis dedos sobre el queso, los untó bien y me los llevó a mi boca, acompañado de mermelada de frutilla. Le respondí que me gustaba esa combinación agridulce.
Ya sin la polo me comenzó a besar los pezones, que ya estaba bastante erguidos, hasta que se le ocurrió la gran idea. Me los untó dePhiladelphia y después lo chorreó con mermelada. Fue exquisito. Yo estaba caliente. Le hice lo mismo en su pene. El continuó con mi culo.

jueves, 16 de julio de 2009

Yoga, Yoga, así da gusto

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domingo, 5 de julio de 2009

Selerup 50 (o la solución de los cuarentones)


Estaba en Pica cuando supe de la muerte de Michael Jackson. Fue el viernes. Dos o tres días después que murió. Pobre negro. Me da pena pensar en él. Recuerdo Moonwalker. Había una pandilla en Iquique que le decían los "Moonwalker". Era finales de los años 80. Yo era una pendeja del Colegio Inglés. Con jumper, pero no virgen. La pandilla del "Perro" Carlos. No sé que habrá sido de él. Tanto tiempo. En fin, las cagadas que quedan cuando uno se aísla del mundo. Había estado un par de días en las cabañas de la caja de compensación a pocos kilómetros de Pica. En la Huayca. Se parecen a la Casa en la Padrera. Un paraiso en pleno desierto. Verde como una lechuga. La pasé chancho. Asaditos, cervezas y sexo. Mucho sexo. Me invitó un viejo cliente. El Williams. Llegó a Iquique por una venta de motores. La hizo corta y quedó libre. Le cobré 100 luquitas por dos días, con todo pagado. Al final le cobré 75 lucas. Se portó re bien el loco. Podía haberlo hecho gratis, pero una tiene que pagar deudas. La típica. Con clientes como él, una se casaría. Me gusta. El problema es el problema, diría Arjona. El problema es que está casado y con la media familia en Santiago. Lo chupan como teta. No se quiere separar por los hijos. Me gusta cuando habla de sus hijos, pone los ojos medios tristones. Es tiernucho. Igual gana sus lucas. Bastantes. Me gustan los cuarentones, ya medios sueltos de cuerpos –no con tanta ponchera- y con ganas de pasarla bien. Tipos con plata. Williams es de ellos. Desde ahora le diré Willy. Tira como los dioses. Sabe esperarla a uno. De quince minutos a veinte minutos duraban las cachas. Los medios orgasmos. Se pone la piel de gallina cuando me acuerdo. Me lo hizo por todo los hoyitos. No la tenía tan grande tampoco. Normal. Después de tres minutos de descanso a seguir. Y así sucesivamente. Willy, el de la ponchera cervecera, parecía cabro de 20 años.
Yo sabía del Viagra nomás, aunque sabía que había otras pastillas similares. El secreto de Willy para tirar como los dioses era el Selerup 50. Me lo aprendí de memoria, jejeje. Una pastillita una hora antes de ponerlo y listo. Incluso se la tomaba con cerveza. Compramos en la Zofri como 90 latas de Tecate. Los gueones curaos, jejej. Tomamos 60. El resto para el camino.
A ese ritmo el Willy me hizo pebre. Igual voy el ginecólogo. No crea por ser puta no voy. Lo hago y habitualmente. Me dijo que la zorra la tenía reforzada. Zorra de lija o algo así. Una vez un ginecólogo quiso tirarme pero aquella es otra historia. Si no está la zorra, este el chico y sino la boca. Siempre hay algo.
En esto todo depende al final que el cliente la tenga chica. Menos sufrimiento. Como llega de todo, a veces hay que aguantar. En el caso de Willy es un agrado. Puras bondades. Quedó de llamar la próxima semana, cuando otra vez venga a vender motores. Yo lo espero con las piernas abiertas.