lunes, 24 de noviembre de 2008

La novia de King Kong


Canciller 1 al habla. Iquiqueño como el cafiche Ponce de Ferrari -del equipo del Chino Dávila y el Mono Sasso-. Lo de Canciller es mote. Lo único que tengo de diplomático, si entendemos esto como la posibilidad de conocer otras culturas, otros idiomas, otras lenguas, otras vulvas, es haberle metido el cabeza de guanaco a una española a cuatro mil metros sobre el nivel del mar, en una posa termal olor azufre y con la cordillera de fondo. Es mi medallita. También mi cabeza de guanaco a escupido en diversos zorrones de paraguayas, argentinas y ecuatorinas como en el entrecot de la protagonista de esta historia, una negra de miedo, la digna hija de Lupo Quiñonez. Fui asiduo a la OEA. Lo de la española fue cerca de un pueblito que se llama Cancosa, donde si uno mira bien se encuentra con un burrero. Una vez, de puro palateado un burrero, me dio un paquetito no muy grande, más bien pequeño, por llevarlo a Pozo Almonte. El paquetito lo vendí en 500 lucas. Yo no le hago a la gueaita, aclaro.
En realidad me asumo como diplomático, oficio que equilibro con mi condición de fotógrafo profesional, más bien de pervertido fotógrafo profesional. No hay fotógrafo que no sea pervertido. Gracias a mi camarita me he tirado a varias minas.
El sábado fui a retratar –que ando a fino- a unas maraquitas de un desfile de modas. Todas de piernas largas, tetas chicas y linda de caracho. Todas paridas en serie. Todas duras. Estas gueonas deben ser profundas. Yo ando por los 18 centímetros. Las piernas sin pantis abrieron mi apetito. La tripa de inmediato pidió comida. La ansiedad siempre me caga. Corrí por la costanera en mi Corsa plateado en busca de un sanguchote o algo parecido , hubiese querido parar donde el Chico Pito –sanguchería-, pero mi parada fue en el Runas –frente a Playa Brava-, taberna con música en vivo. En el Runas comí unas brochetas de res y avestruz más cebolla frita y una especie de papa rellena con guacamole, güeá rara pero sabrosa. Agregué un Ron Habana especial más una Coca. En total total fueron 4 ron, más la conversa con un amigo y el niño comenzó a despertar.
Ya en el auto, escuché la canción de Arjona sobre el taxista. Me gusta Arjona. En el servicentro me fije en una negra. Con copete todas las negras son iguales. Sonrió y como no, le dije: mi dama, acepta dar una vuelta con Arjona. Fácil y bonito: abrí la puerta y p'dentro la negra. Respondió con ganas todo lo que yo le preguntaba. Igual ella andaba media curada. Corta y precisa: al motel nomás. Negocio cerrado.
Mientras se quitaba la ropa, sentí su perfecto aroma. Me gusta el olor a las negras. Culiamos en la alfombra. P'los cangrejos un buen condón. Su sutil trato y armoniosa voz me estremecieron y respondí con erecciones de la puta madre. Caché como cabro. Sus manos era suaves. Me apretaba rico el cabeza de papa. Lo chupaba rico igual. Rica la negra. Caliente la negra. Besé sus enormes tetas con pezones que complacían mi boca, su zorra roja dibujó en mi mente el beso del payaso. La tuve tres veces pero no me pregunten cuanto costó pues para mi no fue una puta sino una más de las damas de la noche que acompañan mi vivir, una dama de la noche oscura como ella misma de cuerpo y sombra negra.
Habría que agregar las sábanas de seda rosada que contrastaban con su oscuro cuerpo y un baile afro que se antepuso a todo y sus besos con sabor a fresas... me sentí como King Kong.