miércoles, 7 de abril de 2010

La OEA (Remasterizada)


La vieja residencial de J.J. Pérez al llegar a Vivar pasó a ser la sede de la Organización de Estados Americanos, OEA. No es Washington, es Iquique.
Entonces mi amigo, el viejo Sergio, es Insulza, el secretario general de la OEA y yo soy el ministro de Relaciones Exteriores de cualquier país, menos Chile. Sería muy largo decir porque no me gusta Chile, pero aquí va una razón. Razón 1: Nada es como es, para todas las guevaás hay un lado B. Cínicos reculiaos.
Hechas las aclaraciones, prosigo con el cuento.
Llegamos a la 1.30 horas después de beber varios shop en el Papa Gallo. Sobre la puerta, como debe ser, sobresalía el típico ojo tipo cibercafé. Nos pusimos serios y sacamos pechos, onda llegaron los dueños del país.
A Insulza le abren la puerta en todos lados. Por su profesión es conocido en Iquique. Escribe para el diario y sale en la tele. Yo andaba gastándome en putas el bono de la minera y también matando mi separación. Verano.
Pasen, adelante caballeros, nos dijo una peruana, bajita -no pasaba el metro 60- que vestía una blusa roja y hablaba remarcando las sílabas y algún seseo. Esperen caballeros.
No se aceptan ebrios ni drogadictos, decía un letrero, ubicado sobre la cabeza de la peruana. Aquí drogadicto significa ir demasiado jalado, supongo, yo andaba al filo aunque igual podía bombear sangre hasta el escroto.

¿Qué buscan caballeros? (olvídate de esa pregunta peruana aunque se justifica por cortesía).
Eso –dijo Insulza-
Entonces el servicio completo cuesta 32 mil pesos.
Caro.
Vean las chicas primero y deciden.
Pasamos a un cuarto pequeño a un costado de la puerta. Había un escenario y el típico caño.
Nos sentimos como dos compradores de esclavas.
Miss Colombia puso cara de asustada. Era afro, senos grandes y caderas anchas, tal vez demasiado. Había que poseer una buena herramienta para ese culo que se desparramaba. Muy grande además, como metro 80. Chao.
Miss Perú parecía alegre. Ella era morena, pero de la sierra, senos grandes –no tan esparcidos como los de la Colombiana- y buen culo. Conclusión: quería trabajar. Estaba justa, apretadita, además parecía de 20 años. Uno valora con los años las cosas apretadas.
Paraguay aportaba con dos candidatas. La primera era delgada casi al grado de la anorexia, ojos desorbitados, senos pequeños y duros, culo parado y piernas delgadas. Pasaba el metro 60 y tenía el pelo castaño. Se llamaba Patty y me puso una terrible cara de caliente.
La otra paraguaya, tenía un corte tipo "Martica" y vestía con un traje rojo ceñido, piernas largas, senos pequeños y duros y facciones finas aunque tenía cara de obligada. A mi gusto era la más rica de todas. Esa, dije.
Miss Chile pasó desapercibida.

64 lucas por las dos chicas, todo incluido, más dos tragos.
Muy caro.
54 lucas por lo mismo. 52, 50 y listo.
El remate nos entregó a Miss Perú para Insulza y para mi la paraguaya con cara de obligada. No me gustó la cara de obligado. Cambio en el equipo, salió la Cardozo y entró la Cabañas.
Patty se llamaba la Cabañas y de todos modos un hallazgo. Todavía conservo su número de celular.

Sigo. Me recibió con un beso en la boca (raro, las putas no dan besos). Risueña. Estaba algo borracha. Pedí dos preservativos -cada uno mil 500 pesos-. Ponte cómodo, dijo. Yo soy Patty, de Asunción, y nos vamos tomando un ron con sabor a caramelo -ron chileno Mitjans, terrible de malo-. Te gusta la alita de mosca, le dije. Claro, y vamos con alita de mosca. Habla despacito –me dijo- que las paredes tienen oídos, y la dueña me puede echar.


-¿Desde cuándo estás acá?
-Hace un año, me vine con mi hermana y me quedé.
-¿Siempre igual, trabajando de prostituta?
-Siempre.
-¿Qué edad tienes?
-23
-¿Cómo era tu vida en Paraguay?
-Tengo tres hijos, me casé muy joven. Tú sabes que en Paraguay los hombres son flojos. El mío no trabajaba y me pegaba. Yo trabajé como sirvienta de una casa de ricos, hasta que me salió el viaje a Chile.
-¿Cuánto ganabas allá?
-Algo así como 30 lucas chilenas al mes. Allá el sueldo mínimo son 30 lucas chilenas.
-Una cagada de plata y ¿Cuántos ganas acá?
-A veces, cuándo me va bien, mando 120 lucas a la semana. Tengo buenos clientes.
-¿Y cómo estás ahora, andas mal de plata?
-Más o menos, tengo que hacerme joder trabajando, porque tengo que hacer unos papeles para trabajar en Chile, igual he tenido otros problemas.
-¿Problemas con la alita de mosca?
-Eso. Dame más.
-¿Te gusta trabajar de prostituta?
No. Espero seguir un tiempo. Espero que alguien me saque. He tenido una vida de mucho sufrimiento. Quiero conocer el amor verdadero, el bueno, y dejar todo por alguien.
-¿Cómo lo haces con el Sida, se controlan siempre?
-Nos estamos y están controlando. Siempre condón. Igual tomo otras pastillas para prevenir otras enfermedades y también me echo crema para el olor vaginal. A los hombres no les gusta que uno ande hedionda. Yo estoy sanita. ¿Me invitas mañana, a salir, no sé, podríamos ir a la playa o a tomar un shop al Barril del Fraile?
-Dame tu celular- le dije.



Sábado, después de las 23 horas.
Había perdido seis lucas en menos de tres minutos en los tragamonedas del Casino de Juegos de Iquique. En cambio, algunas viejas zorras ludópatas no paraban de ganar monedas. Llevaba mi segunda ron cola. Cerca mío, en la barra, estaba bebiendo un gordo con síndrome de down que alguna vez tuvo su minuto de fama en alguna teleserie ¿Tú eres el de la tele? Si, estoy de vacaciones en Iquique, me dijo escueto, con voz de estrella de la tele.
Imaginé al gordito down tirándose a Patty. Marqué el número. Patty me preguntó quien era. Podría haberle dicho: el que te lo puso anoche y te gustó tanto o el simple: no te acordai quien soy yo. Pero preferí ¿Te acuerdas de la alita de moscas?

Después de la 1.30 estaré en la Sala Murano, dijo.
Bebo, pierdo plata en los tragamonedas y regreso al baño.
Trepo por una callejuela con dirección a Sala Murano. Puros gueones chupando en la callejuela afuera de sus autos. Cinco lucas por la entrada.
Diviso a Patty bailando con un gordo, moreno, de cara ovalada y algo joven, por lo menos más joven que yo. Pienso que es su cafiche. Ella no me ve.
Pido energética con vodka y me siento a un costado del bar. Harta minita rica y mucho gueón borracho. Envío un mensaje por el celular a Patty. Contesta: Estoy con un amigo, espérame. Vamos a mi casa.
Toda espera tiene su recompensa, claro. Otro mensaje: juntemos en la puerta del baño de mujeres.
Me pregunta si traje alita de mosca. Para después, le digo. Espérame, me dice. Justo aparece el gueón, su amigo, y me da la mano en señal de amistad. A lo mejor quiere un simple "sándwich", con Patty al medio. Chao nomás.
Afuera de la Sala Murano, llamo al número que me dio Insulza. Dijo que eran buenas e iban a todas.
Amatista se llama la agencia. En la Shell de Playa Brava, en medio hora, y no te arrepentirás. Parto mierda. En la Shell me trago un completo. Estaba listo para ponerlo. Duro.
La puta llama y me dice que está en un Terrano 4x4. Miro. Había como cuatro Terranos en la Shell. Un flaco culiao con hartos collares de oro me da la señal: una mueca culiá. La mina que estaba en el asiento de copiloto, que era la cabrona de la agencia, me dice que son 20 lucas. Esa es la niña, agregó ella. Veamos. La mujer era algo robusta, de pechos grandes, pelo largo y negro, y tenía cara de haber sido recién culiada. No.
Pido a un taxi y regreso a la OEA. Usted va a ponerlo, me dijo el taxista que andaba medio curado. No sea sapo, le dije.
La peruana me saludó con beso en la mejilla. Era sábado y había harto para ver y elegir. Había una morena con piernas de zulú y el culo como flan de chocolate. Otra Miss Colombia. Rica la negra. La tenía lista, pero apareció la paragua -la compatriota de Patty- con su cuero de modelo y estampa de actriz. Linda desde el rostro hasta los callos, cantaría Arjona. Magaly. 30 lucas la hora, es decir cachita completa y fin.
Yo andaba con la patas hediondas. Zapatillas podridas. Así que una duchita en el jacuzzi. Mijita igual se duchó en el jacuzzi. Un sueño la paragua, un sueño hecho realidad.
Tras su rato de cacha y entretenciones varias, me dijo que se animaba a viajar a Antofagasta. Le habían hablado de la playa Juan López. Pero si voy -me dijo- estoy con usted un tiempo y después lo abondono. Lo mío son los hombres de plata. Viejos con plata. En Antofagasta hacemos negocios, le dije.
3.20 de la madrugada. Patty estaba desesperada mandando mensajes por el celular. Estoy en el Hotel Central, en calle Sargento Aldea, escribió. Igual te voy a buscar dónde estés, propuso Patty.


La habitación de Patty era reducida, con una ventana que colindaba a un híbrido entre patio y bodega. Había un espejo, una radio y un ropero de plástico de esos que venden en la Zofri. En el suelo unos perfumes Zofri convivían con una botella de Corona -de medio litro-, a medio abrir.
Había un leve olor a toallas húmedas, que Patty lo camufló bien con un poco de desodorante ambiental.
Se me pone duro con el olor a lavanda, le dije. Hizo una mueca de risa y me dio un beso corto y sonador. Mijita tengo problemas con las zapatillas: dónde mierda las dejo. El otro día me di cuenta, pero no te preocupes mi amor. Aquí tengo una bolsa de plástico. Será pues. Eché más desodorante.
Son las 5.50 horas. Sargento Aldea con Amunátegui, no es el mejor sector a esa hora. Te cogotean. Patty siguió con su cara de caliente. Ya pues mi amor, saque un poquito, un poquitito.
-Un poquitito por su chiquitito- digo yo.
Tengo sed pero no me voy a tomar esa gueaa que parece meao. No mi amor, pero tú sabes que a este hora no hay ninguna gueaa abierta.
Podría haber un gueón detrás de la puerta, un paraguayo con un palo. Un asalto pasaría piola. Oye loca, y vivís sola acá ¿Con algún amigo? Solita mi amor.
Patty y el paraguayo ese deberían ser cómplices para cagarme y por eso, rechucha, no se me paró la gueaá. Estaba lacia como calcetín. Mucha alita de mosca. Rica la alita de mosca, dijo, mientras mi dedo se metió por su culito flacuchento. Sentí las venas del cuello.
Patty estaba muy flaca, a ratos se le veían las costillas. Sida. Mierda y ya le había chupado la zorra. No, me dice otra vez. No estoy enferma, repite. No tengo Sida. Habrá que confiar en la paragua. Por eso siempre gorrito para el fraile, siempre.
A las 8.30, ella dormía. Parecía un perrita faldera toda enroscada. El paraguayo con el palo nunca apareció.
Chao Patty. Abrí la ventana para matar los olores, revisé mis lucas en la billetera, le saqué cinco lucas a ella y emprendí hacia el mercado a desayunar un ceviche.
Esa noche regresé a la mina.


-Aló-
-Sí, quién habla-
-El de las alitas de mosca ¿Recuerdas?-
-¡Ahí mi amor! ¿Estás en Iquique?